Hace algunas semanas me llegó un email de una chica que, por el nombre, me sonaba bastante pero no acababa de ubicar bien.
Por curiosidad abrí el mensaje.
Vaaaale, ya recordé.
Era aquella copywriter (voy a llamarla María) que hacía algún tiempo había empezado a seguir. Estaba suscrita a su newsletter, pero hacía meses (¿quizás más de un año?) que no recibía ningún email suyo.
El mensaje me chocó porque hablaba como si hiciera dos días de nuestro último contacto, cuando en realidad había pasado casi año y medio (luego lo comprobé).
El problema es que todo sonaba raro, forzado, fuera de contexto…
Es cierto que mis intereses ya no eran los mismos que cuando me suscribí a su boletín digital, pero también es cierto que había pasado demasiado tiempo desde su última comunicación.
Y entre otras cosas, una tremenda pandemia.
El caso es que, con cierto dolor, me di de baja de su newsletter. Y digo «con cierto dolor» porque yo podría haber sido esa chica.
Sé lo difícil que es mantener los compromisos, tácitos o no, que adquirimos con nuestros públicos. Y también, conozco el esfuerzo que hay detrás de cada texto comercial que escribes y la punzada que sientes cuando alguien se da de baja de tu lista.
Quién sabe qué habrá ocurrido en la vida de esa profesional para que haya pasado tanto tiempo desconectada de sus suscriptores. Quizá fue por exceso de trabajo y falta de tiempo. O, a lo mejor, fue por una situación personal o familiar que nada tiene que ver con eso.
No es ningún delito dejar de escribir a tu comunidad de un día para otro. Es algo que cualquiera podríamos llegar a entender y «perdonar».
Eso sí, es algo que pasa factura.
Cuidar a quien ha confiado en ti
Gracias a María, he sido más consciente de la importancia que tiene cuidar el vínculo con nuestra comunidad digital y mantener nuestro proyecto vivo en la memoria de quienes la forman.
¿Cómo hacer si no para no caer en el olvido?
No hace falta irrumpir cada día en sus ajetreadas vidas. No hace falta estar en continua conversación con ellos a través de emails, publicaciones en redes sociales o por medio de cualquier otro canal.
Está bien dejar respirar a las personas. Al menos, yo lo agradezco.
Pero, como marcas, sí necesitamos mantenernos ahí de alguna forma. Aunque sea a medio gas, o a fuego muy muy lento.
Con las amigas y los amigos es diferente, ¿verdad?
Con ellos puedes permitirte grandes licencias. Aunque estéis un montón de tiempo sin hablar, aunque los largos silencios no sumen, sabes que van a seguir ahí.
Pero con tus públicos no ocurre igual.
Otra forma de consumir y estar en el mundo
Los consumidores digitales del siglo XXI somos exigentes, tenemos prisa y andamos siempre en busca de la mejor opción para satisfacer nuestras necesidades e inquietudes.
Nuestra atención es cada día más limitada, pero la oferta de productos y servicios crece sin descanso a nuestro alrededor. Da igual cuáles sean tus deseos o intereses. Si buscas, seguro que encuentras un montón de opciones atractivas entre las que elegir. E incluso sin buscar, es fácil que esas opciones acaben llegando a ti.
En un contexto así, no parece buena idea descuidar a esas personas que un día decidieron dar un voto de confianza a tu proyecto: entregándote su correo electrónico, siguiéndote a través de una red social o contratando tus servicios.
Por eso, cada vez es más importante cuidar la relación y el vínculo con esa comunidad (da igual lo pequeña que sea) que has ido creando con tanto esfuerzo.
Y lo es, no solo por una cuestión de respeto y agradecimiento hacia esas personas, sino también, porque puede ser lo que marque la diferencia entre tu proyecto y el de quienes ofrecen lo mismo que tú.
Empatizar antes de escribir y la importancia del contexto
Gracias al último email de María, también entendí por qué es tan necesario empatizar con nuestros públicos y potenciales clientes antes de ponernos a escribir un texto comercial. Y por qué, además, es tan importante elegir las palabras adecuadas en cada momento.
Si mañana tuvieras que escribir a una clienta con la que hace meses que no contactas, no empezarías a las bravas hablándole de tus nuevos servicios o de lo bonito que está el campo en primavera.
Empezarías con un Hola, ¿cómo va todo?, y seguirías con algún comentario para acortar distancias y poner en contexto la conversación.
Si María hubiera empezado su mensaje haciendo alguna referencia a su larga ausencia, seguramente mis sensaciones hubieran sido otras.
No tenía que justificarse ni fustigarse por su silencio durante el último año y medio. Solo ponerse en la piel de sus lectoras y tratar de reconectar de alguna forma con ellas.
De haberlo hecho, pues no sé…
Quizás seguiría siendo suscriptora suya. O a lo mejor no, pero todo hubiera sido más natural, más de verdad.
Mostrarnos humanos e imperfectos en nuestros textos comerciales nos acerca a nuestros clientes, y no al revés. Nos ayuda a construir relaciones más honestas y enriquecedoras.
Y ahí las palabras cumplen una función vital, porque tan importante es lo que sentimos o pensamos, como la forma en la que se lo expresamos a los demás.
El copywriting va mucho de esto, de cómo comunicar para conectar mejor con las personas.
Cuando los rostros se difuminan
Esto que me ha pasado con María lo he visto mil veces dentro del mundo del marketing digital.
Y digo yo, ¿por qué hacemos este tipo de cosas con tanta alegría?
Supongo que porque no es lo mismo escribir un mensaje a una persona conocida que a una desconocida.
Tampoco es igual enviar un mensaje de venta a una sola persona que a cientos de ellas. No lo vives igual, aunque detrás siempre haya PERSONAS.
En un email dirigido a alguien con un nombre y un apellido, es más sencillo visualizar al otro y ponerse en su piel.
Pero cuando enviamos un correo a una «masa de gente» nuestra visión de las otras personas cambia. Los rostros se difuminan, y eso hace que perdamos sensibilidad y conciencia del impacto que nuestros textos pueden llegar a tener en quienes nos leen.
Quizás por eso en los entornos online es tan habitual incumplir promesas. O desaparecer durante un montón de tiempo y luego volver como si nada.
O incluso, no volver.
Eres alguien importante para tu comunidad
Tú no conoces personalmente a cada una de esas personas que integran tu comunidad digital, pero ellas sí te conocen a ti. Para tus suscriptores o seguidores eres alguien familiar. Probablemente, eres alguien con un rostro y que ocupa un pequeño espacio en su cotidianidad.
En realidad, cuando publicas un texto en tus redes sociales o lanzas un email a tu lista de suscriptores, no estás escribiendo a una masa de gente, estás escribiendo a una sola persona.
Y no es una persona cualquiera, es alguien importante para la sostenibilidad de tu proyecto.
Y alguien, también, que necesita sentirse cuidado y escuchado para seguir confiando en ti.
Yo también he sido María
Sí.
Y seguramente más veces de las que ahora puedo recordar.
Una de esas veces ocurrió hace siglos, cuando ni internet existía.
Yo tenía diez u once años y acababa de volver de un campamento de verano en un pueblecito de Ávila. Allí había conocido a una niña con la que hice muy buenas migas. Tantas, que al poco de regresar recibí una carta suya preciosa y que todavía conservo.
Pero que nunca llegué a responder.
El caso es que un montón de meses después de recibir esa carta (¿quizás más de un año?), me armé de valor y la llamé por teléfono.
Pero mi amiga del campamento ya no era la misma conmigo, todo había cambiado, todo era frío entre nosotras. Había pasado demasiado tiempo…
Ayssss, aquello todavía escuece :-(.
En fin, cosas que pasan cuando descuidas los vínculos.
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¡Cuéntame tú! ¿Cómo haces para cuidar el vínculo con tu comunidad digital? ¿Has sido María alguna vez?
Me encantará leerte.
GRACIAS por llegar hasta aquí ❤
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